Como una iniciación, como la partida de algo, como cuando se dice, como cuando se tiene lo que se dice se hace.
Se cierra la puerta y se va generando calor, los recuerdos en la pared van diciendo cómo son los ritos, las marcas en la cama se borran cada vez y se generan miles de nuevas huellas, la pieles lentamente van apareciendo mientras los vestidos se esparcen en el aire y caen desordenados demarcando un camino para que los cuerpos se contraigan y exploten.
Extrañamente mientras menos ropa va quedando más calor se va sintiendo, y la puerta se cierra cada vez más profundo.
El cuerpo ya está humedecido y las caricias fluyen sin pedir permiso, no hay gestos impuros, los besos van conectando el aire de los amantes. Labios cada vez más rojos, la suavidad de los besos se torna en un delirio de movimientos internos y lentos, las manos tienen permiso para todo.
Los ojos entreabiertos ya no ven nada, de nada sirve ver, para qué, si el cuerpo contrario es tan conocido y se sabe de memoria, los puntos están muy claros. Da lo mismo la letra, se sabe tocar.
Giros, vaivenes, cambios, posturas inexploradas, mientras ya no queda nada por sacarse. Desnudos y cómodos vamos buscando nuevos lugares por besar y se encuentran a cada centímetro que se recorre, por lo general el recorrido es descendente, se dentiene a la mitad del viaje, se oyen los gemidos y se sabe a ciencia cierta que no hay mejor lugar donde quedarse que dentro de ti y asciendo hasta tu boca exquisita, en el camino de vuelta hay un par de detenciones que no se pueden franquear, pero se continua y te beso aún más fuerte, mientras tus manos buscan la conexión y en un segundo entro en ti. En la espalda un frio exquisito que se vuelve rápidamente calor va recorriendo al mismo tiempo que lo hacen tus manos tras él.
El movimiento hace que tu voz se entrecorte y se torne en gemidos, mientras el cuerpo se va guiando sin preguntar la nueva dirección, como sea el placer es completo. Y la puerta sigue cerrada, impenetrable.
El final se va acercando, la respiración es más fuerte y el abrazo más intenso te siento cerca de tu pequeña muerte y siento, también, como me voy suicidando en ti. Me dejo morir, pero tu ya estás muerta en mis brazos, apretando y tratando de sacarme hasta el último suspiro mientras ya no resisto más y me dejo caer.
Respiramos como si fuera la primera vez en la vida, nuestros cuerpos no responden a las órdenes y tu sonries tan suavemente que no puedo evitar besarte con esa misma intensidad.
Y la puerta no se volvó a abrir.
Se cierra la puerta y se va generando calor, los recuerdos en la pared van diciendo cómo son los ritos, las marcas en la cama se borran cada vez y se generan miles de nuevas huellas, la pieles lentamente van apareciendo mientras los vestidos se esparcen en el aire y caen desordenados demarcando un camino para que los cuerpos se contraigan y exploten.
Extrañamente mientras menos ropa va quedando más calor se va sintiendo, y la puerta se cierra cada vez más profundo.
El cuerpo ya está humedecido y las caricias fluyen sin pedir permiso, no hay gestos impuros, los besos van conectando el aire de los amantes. Labios cada vez más rojos, la suavidad de los besos se torna en un delirio de movimientos internos y lentos, las manos tienen permiso para todo.
Los ojos entreabiertos ya no ven nada, de nada sirve ver, para qué, si el cuerpo contrario es tan conocido y se sabe de memoria, los puntos están muy claros. Da lo mismo la letra, se sabe tocar.
Giros, vaivenes, cambios, posturas inexploradas, mientras ya no queda nada por sacarse. Desnudos y cómodos vamos buscando nuevos lugares por besar y se encuentran a cada centímetro que se recorre, por lo general el recorrido es descendente, se dentiene a la mitad del viaje, se oyen los gemidos y se sabe a ciencia cierta que no hay mejor lugar donde quedarse que dentro de ti y asciendo hasta tu boca exquisita, en el camino de vuelta hay un par de detenciones que no se pueden franquear, pero se continua y te beso aún más fuerte, mientras tus manos buscan la conexión y en un segundo entro en ti. En la espalda un frio exquisito que se vuelve rápidamente calor va recorriendo al mismo tiempo que lo hacen tus manos tras él.
El movimiento hace que tu voz se entrecorte y se torne en gemidos, mientras el cuerpo se va guiando sin preguntar la nueva dirección, como sea el placer es completo. Y la puerta sigue cerrada, impenetrable.
El final se va acercando, la respiración es más fuerte y el abrazo más intenso te siento cerca de tu pequeña muerte y siento, también, como me voy suicidando en ti. Me dejo morir, pero tu ya estás muerta en mis brazos, apretando y tratando de sacarme hasta el último suspiro mientras ya no resisto más y me dejo caer.
Respiramos como si fuera la primera vez en la vida, nuestros cuerpos no responden a las órdenes y tu sonries tan suavemente que no puedo evitar besarte con esa misma intensidad.
Y la puerta no se volvó a abrir.